martes, 5 de abril de 2011

Vestida para Matar

Es un término muy ambiguo que abarca multitud de posibilidades y que jamás debe ser interpretado literalmente llevándonos a echarnos a las calles vestidas cual Dianas Cazadoras.

Vestida para matar implica muerte por admiración (o como la cara B de ésta, envidia pura y dura) o bien por sobredosis de mal gusto.

EL EXCESO EN EXCESO ES EXCESIVO.

Una de las celebrities que mejor acuña esta frase, en el sentido más positivo de la misma, es Kate Moss. ¿Qué no se habrá dicho de ella?

Supongo que el secreto a voces de su éxito es la ausencia de prejuicios a la hora de elegir y lo imprevisible de sus actos.

Con igual elegancia intrínseca pasea un lustroso modelo haute couture que una falda de crochet recién redimida de su exilio de 20 años en un armario de Mornington Crescent. Es como si la ropa y ella se eligieran mutuamente.

¿Cómo la heroína anti-fashion ha conseguido liderar varias legiones de fashion-victims?

Porque el estilo real, no el de artificio, es como un perfume agradable, te envuelve sin marear. Y Kate lo tiene.

Lo tiene, porque compra lo que de verdad le gusta, sin pretender una imagen; porque no discrimina una prenda por procedencia ni una parte de su anatomía por falta de volumen (un traje extra-escote en Kate Moss evoca las prendas de elegante estrella del Hollywood de la época dorada más allá de la prosaica imagen de unas sobredimensionadas glándulas mamarias prisioneras en un vestido).


El punto diferencial de la elegancia natural es la ausencia de la persecución de la misma.

La naturalidad con que pasean su estilo, con que eligen sus prendas es lo que les hace elegantes.

SOMOS LO QUE VESTIMOS

Y en definitiva Kate es, como este blog, DIVINA Y HUMANA.

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